lunes, 31 de diciembre de 2012

New Year's Wishes

Acaba en unas pocas horas el 2012, y yo no puedo evitar añadir... ¡por fin! Nada asegura que el año que le sigue vaya a ser mejor, pero yo, como buena optimista, así lo espero y necesito creer que así será. Y, puestos a pedir, deseo:
 
...No tener que decir adiós a nadie más para siempre, aunque los que se me han ido, siempre estarán conmigo.
 
...Seguir contando en mi vida con personas tan maravillosas como las que ya son parte intrínseca de mí e incorporando a más, porque los amigos de verdad nunca sobran. 
 
...Seguir adelante con fuerza, vitalidad y alegría, batallando contra lo que haya que batallar, celebrando por lo alto la vida en cada ocasión en que resulta vencedora y deseo que éstas sean las más de las veces.
 
...Poder compartir mi camino contigo, donde quiera que estés, si el destino decide que por fin nos encontremos.
 
...Que este maltrecho país mejore, encuentre honestidad y un camino hacia su recuperación.
 
...Ser capaz de sonreír cada día por algún motivo.
 
...Que tú estés ahí para leerlo, verlo, sentirlo y contarme cómo te va, porque sin ti al otro lado, este blog es un cúmulo de papelotes arrugados, y solo cobra sentido si te comunicas conmigo.
 
¡Feliz Año 2013!
 
 

viernes, 28 de diciembre de 2012

The Laugh

Solo conocía su risa. Abierta, alegre, fresca, contagiosa, elegante —¿acaso una risa puede ser definida como tal?, cristalina, musical... Se sorprendía pensando en ella durante el día, imaginando cómo sería su dueña. No tenía datos, ni de edad, ni de altura, ni de aspecto físico. No sabía cómo era su caracter o a qué se dedicaba, pero ardía en deseos de conocerla, de hablar con ella, de ver cómo era el gesto en su cara cuando explosionaba su risa. Se le había metido en lo más hondo, directa desde el oído al corazón. La dueña de tal cascada de sonidos festivos no era otra que su vecina, con la que compartía pared del salón. Cada uno haciendo su vida a un lado, y sin coincidir jamás en el descansillo o el ascensor, ya que cada uno vívía en un portal de la urbanización, y las únicas zonas comunes que les podrían permitir coincidir, no habían dado fruto aún.
 
Kissable, don't you think?
 
Cierto día, justo al aparcar y salir del coche, escuchó claramente esa risa que le tenía enloquecido, y aceleró y corrió en su dirección como si le fuera la vida en ello, llegando a tiempo de vislumbrar una bufanda roja que desaparecía tras una esquina, seguramente en dirección a su portal. Ya tenía algo más: su risa y una bufanda roja. Pero no era suficiente y no pensaba darse por vencido, y menos ahora que estaba tan cerca. A riesgo de parecer un loco o de encontrarse con una visión que rompiera el sueño que le mantenía ilusionado, confió en su instinto y recorrió los pasos que le separaban de ella. Siguió aquella risa hasta su dueña, y hoy... ríen juntos.

martes, 25 de diciembre de 2012

Feeling Young

Acababa de zafarse de continuar la juerga con sus compañeros tras el evento navideño de su empresa. No le apetecía seguir bebiendo ni tanto barullo. Se le pasó de pronto por la mente la idea de ver a Hugo, su mejor amigo, y sin pensarlo más, marcó su teléfono y quedó en pasarse por su casa.
 
Cuando llegó, él le abrió la puerta con el móvil pegado a la oreja y un dedo en los labios pidiendo silencio, y le hizo señas de que pasara y se pusiera cómoda, que en nada estaba con ella. Se conocían tan bien, que no eran necesarios entre ellos los típicos formalismos cuando alguien viene a tu casa. Mientras él se metía en la habitación a terminar su conversación, ella dejó su bolso sobre la mesa y se quitó el abrigo, dejando al descubierto sus hombros. Solía vestir siempre muy informal y cómoda, pero aquel día, el cóctel en el hotel de lujo había hecho que se arreglara un poco más, y se había puesto un top anudado al cuello, que mostraba gran parte de sus espalda y un generoso escote, que él apenas vislumbró. Se fue directa al salón y se sentó cómodamente en el sofá, a juguetear con el móvil. Estaba algo destemplada, y agarró la manta del sofá, cubriéndose con ella. Al ratito él asomó, deshaciéndose en disculpas, y le tendió una mano para que se levantara y poder envolverla en un abrazo y recibirla como se merecía. Al hacerlo, la manta resbaló. Cuando él vio sus hombros al desnudo, descolgó la mandíbula  sin poder evitarlo. La atrajo hacia sí, y le hizo darse la vuelta para admirarla. Recorrió su espalda a besos, sus hombros, el nacimiento de sus pechos... Ella estaba encantada de ver esa reacción en él, y aunque un tanto cohibida al principio, se dejó llevar por el deseo. Dejó que él la desnudara con hábiles movimientos, y le entregó su cuerpo sin reservas. Gozó  sintiendo sus cálidas manos, acariciando su piel, tomando sus pequeños pero firmes pechos en sus manos, sujetando sus caderas. Se deleitó saboreando sus labios y su lengua, y dándoles permiso para que exploraran su cuerpo. Cerraba los ojos, y se sentía transportada al paraíso; los abría, y ahí estaba él, admirando su cuerpo con deseo.

Beautiful Back
Pasó allí el resto de la noche, disfrutando de la complicidad que existía entre ellos. Cuando las primeras luces entraron en la habitación, abrió los ojos y lo vio dormido a su lado, con una sonrisa. Apartó con cuidado la mano que reposaba en su vientre plano y le dio un beso dulce en los labios. Se escabulló sigilosa fuera de la cama, se vistió en silencio y se fue de puntillas sin hacer ruido.

Cuando él despertó, encontró una nota en la almohada que decía:

—Volver a sentirse joven y deseable es maravilloso. Gracias por el regalo, gracias por llevarme de viaje hasta los treinta.

Sabía que, a sus más de cincuenta años, despertar el deseo en alguien tan joven como Hugo, que estrenaba la treintena, es un regalo que el Universo te brinda, y no era algo que pudiera poner sobre la repisa de la chimenea para admirarlo. Era un regalo a atesorar en un mágico cofre lleno de sensaciones que llevaría impresas en su piel, con la mirada de él grabada a fuego en su retina cada vez que, en plena pasión, ella abría los ojos y se encontraba con los suyos, llenos de un deseo y admiración impagables.
 

lunes, 17 de diciembre de 2012

Treacherous Dreams

Está muy excitada. Pensar en Rick un compañero del trabajo al que secretamente adora le provoca a menudo esa sensación. Se deja llevar, lánguidamente, y al poco no puede evitar retorcerse de placer, anticipando el momento del clímax, saboreándolo. Lleva sus manos al pecho, lo pellizca, gime. Necesita sentir contacto de otro cuerpo en su boca y se lleva una mano hasta sus labios. Lame sus dedos, los besa, los mordisquea, cada vez más excitada.

Baja la otra mano desde el pecho hacia las bragas, para apartarlas con habilidad y despojarse de ellas, dejando que se pierdan bajo las sábanas, pero descubre gustosa que no lleva. Mejor, piensa. Menos obstáculos. Sus manos alcanzan su sexo y juegan, hábiles. Está ardiendo de placer, completamente húmeda. Sus dedos exploran, y cada punto produce más placer que el anterior. Le sobra la ropa de cama y la aparta hacia atrás de un plumazo. Su cuerpo, su piel, quedan expuestos, pero no siente frío. Está ardiendo de gusto y disfrutando de pequeños orgasmos que la inundan, previos a la explosión final. Y sintiendo que llega ese momento, gime, grita de placer, arqueando su cuerpo para recibirlo por completo. Siente el palpitar extendiéndose a cada fibra de su ser. Queda exhausta y feliz, completamente relajada, y abre los ojos...

Devoted to her pleasure

Kate parpadea dos veces, porque no entiende lo que ve. ¡Ahí está Rick!, y... más gente. Está confusa, traga saliva y siente como el ardor que un momento antes recorría su cuerpo se posiciona por completo en sus mejillas, que le queman de vergüenza. Alarga una mano para estirar de la sábana y cubrir su desnudez. No hay palabras que decir. Solo quiere cubrirse la cabeza y desaparecer, hacerse diminuta, mientras varios pares de ojos, divertidos, completamente abiertos e impactados aún por lo que han presenciado, son testigos de su azoramiento, y asoman desde el otro lado de la cortinilla verde del box.

—Señorita Emmerson, no se alarme —dice el doctor, sin poder evitar una sonrisa, mientras se acerca a la camilla en la que Kate, muerta de vergüenza, intenta hacerse invisible con el poder de su mente—. Soy el Dr. Schunt. ¿Cómo se encuentra? Ha sufrido una caída en la oficina y ha recibido un fuerte golpe en la cabeza, que le ha hecho perder el conocimiento. Sus compañeros la han traído hace un par de horas —dice señalando a las cabezas que asoman—.  Enfermera, por favor, vaya a comprobar si ya están los resultados de la analítica mientras exploro a la paciente. Y, —añade girándose al resto—, por favor, ustedes dispérsense, que el espectáculo ha terminado y esto es un hospital. ¡Vamos, vamos!

sábado, 8 de diciembre de 2012

There's Life Out There

Despertó sin saber dónde se hallaba. Se estiró largamente, dejando que sus músculos se liberaran del agarrotamiento producido tras llevar mucho tiempo en una postura incómoda. Abrió bien sus grandes ojos, captando el leve haz de luz que parecía aumentar de intensidad poco a poco. Había estado sumida en las tinieblas, ajena a la vida que seguía imparable a su alrededor. Quería dejar atrás esa ceguera de los sentidos. Necesitaba y ansiaba ver, oler, oír, sentir, paladear la vida, aunque le hiciera daño, aunque se encontrara con visiones horrendas, olores nauseabundos, palabras horrísonas, tactos ásperos, sabores acres y desagradables. Vivir era eso también, sin duda. Era necesario lo ácido para poder distinguir y valorar lo dulce, era necesario conocer el dolor para que la felicidad fuera plena. Había vivido anestesiada, pero estar oculta y protegida de todo lo oscuro no le había hecho feliz como pensaba, tan solo le había ahorrado algún mal rato o mal sabor de boca, pero en contraposición, se había perdido imágenes bellísimas, aromas deliciosos, melodías divinas, caricias apasionadas, sabores de otras bocas.

Muchacha en la ventana - Dalí (1925)

Resuelta, aún entumecida, se levantó del sillón y abrió las ventanas, dejando que la luz entrara a raudales. Descalza como estaba salió al jardín, donde la maleza había cubierto todo. Necesitaría quitar las malas hierbas, podar, rastrillar, ensuciarse las manos de nuevo removiendo la tierra, pincharse con rosas y ortigas, aspirar polvo y trabajar duramente, pero no volvería a dejar abandonado su destino.